Texto de Mario Benedetti sobre la libertad, en tributo al autor realizado el 20 de mayo de 2009 en la Biblioteca «Paul Harris» de Puerto Varas.
(Primavera con esquina rota – 1982)
Texto de Mario Benedetti sobre la libertad, en tributo al autor realizado el 20 de mayo de 2009 en la Biblioteca «Paul Harris» de Puerto Varas.
(Primavera con esquina rota – 1982)
«¿Tucrófono, plis?» – Mi futura amigahermana y yo acabábamos de conocernos caminando por el patio de mi colegio (de zona central), donde se había incorporado su madre como mi primera, gran profesora experta en castellano. Ella tenía sólo tres años de edad, pero era altamente activa y toparse conmigo en camino al espacio de canto le provocó un gran deseo, no de participar en nuestro acto escolar sino de obtener, trasladar e instalar el micrófono que acababa de ver. Mi micrófono…
«Jamín… ¡Ven, Jamín!» – Mi segundo pequeño miembro de mi corazón logró acudir a un jardín infantil a los tres años de edad, en pleno otoño, aquí en el sur. Las caminatas bajo lluvia o sobre nieve resultaban gratas, tanto como los divertidos, útiles actos que sus educadoras realizaban día tras día frente a todos los miembros de su grupo, incluyendo la enseñanza de lectura que a él mismo le permitía -tras lectura en plena casa- recordar y recitar poesía. Su avance era tan grato y evidente que ni siquiera el error de su nombre que cometía su mejor compañero amigo al verlo le provocaba algo distinto a amplia sonrisa… y risa.
Je soutenais l’éclat de la mort toute pure.
VALÉRY
Alguna vez me angustia una certeza,
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza.
La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol? No, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya lo descorteza.
…Y un día entre los días el más triste
werá. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatando el inminente.
Poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente.
(1928 – Cántico, Fe de vida)
Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!
(1941 – Infantiles, de Antología)
El 28 de febrero pasado se cumplieron 120 años del natalicio de Esther Huneeus, más conocida por su seudónimo Marcela Paz, creadora de una de las obras literarias infantiles fundamentales de la cultura chilena. Además, hubo otros libros con los que la autora fue condecorada y también destacó por su participación en grupos de mujeres fundadoras de importantes organizaciones que fomentaron la educación y lectura. (click 👇🏻)
(El Mostrador)
Manitas de los niños,
manitas pedigueñas,
de los valles del mundo
sois dueñas.
Manitas de los niños
que al grano se tienden,
por vosotros las frutas
se encienden.
Y los panales llenos
de su carga se ofenden.
¡Y los hombres que pasan
no entienden!
Manitas blancas, hechas
corno de suave harina,
la espiga por tocaros
se inclina.
Manitas extendidas,
piñón, caracolitos,
bendito quien os colme,
¡bendito!
Benditos los que oyendo
que parecéis un grito,
os devuelven el mundo:
¡benditos!
(1941 – Infantiles, de Antología)
Lo cierto es que yo iba de un lado a otro,
a veces chocaba con los árboles,
chocaba con los mendigos,
me abría paso a través de un bosque de sillas y mesas,
con el alma en un hilo veía caer las grandes hojas.
Pero todo era inútil,
cada vez me hundía más y más en una especie de jalea;
la gente se reía de mis arrebatos,
los individuos se agitaban en sus butacas como algas movidas por las olas
y las mujeres me dirigían miradas de odio
haciéndome subir, haciéndome bajar,
haciéndome llorar y reír en contra de mi voluntad.
De todo esto resultó un sentimiento de asco,
resultó una tempestad de frases incoherentes,
amenazas, insultos, juramentos que no venían al caso,
resultaron unos movimientos agotadores de caderas,
aquellos bailes fúnebres
que me dejaban sin respiración
y que me impedían levantar cabeza durante días,
durante noches.
Yo iba de un lado a otro, es verdad,
mi alma flotaba en las calles
pidiendo socorro, pidiendo un poco de ternura;
con una hoja de papel y un lápiz yo entraba en los cementerios
dispuesto a no dejarme engañar.
Daba vueltas y vueltas en torno al mismo asunto,
observaba de cerca las cosas
o en un ataque de ira me arrancaba los cabellos.
De esa manera hice mi debut en las salas de clases,
como un herido a bala me arrastré por los ateneos,
crucé el umbral de las casas particulares,
con el filo de la lengua traté de comunicarme con los espectadores:
ellos leían el periódico
o desaparecían detrás de un taxi.
¡A dónde ir, entonces!
A esas horas el comercio estaba cerrado;
yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena
y en el abismo que nos separa de los otros abismos.
(1954 – Poemas y anti-poemas)
«Nunca llegaré a una conclusión. Nunca llegaré a decir: «Era una niña que apenas
sonreía. Su padre me abandonó antes de que cumpliera un año. Tuve que
trabajar durante sus primeros seis años, cuando había trabajo, o llevarla a casa
de la familia de su padre. Odiaba ir a la guardería. Era morena y flaca y con pinta
de extranjera en un mundo en que toda la admiración era para las niñas rubias
con rizos y hoyuelos; era lenta cuando se premiaba la rapidez. Era hija de un
amor ansioso, no orgulloso. Éramos pobres y no podíamos ofrecerle una tierra
fértil donde crecer tranquila. Yo era una madre joven, una madre descentrada.
Había otros hijos creciendo, con sus demandas. Su hermana pequeña parecía
todo lo que ella no era. Hubo un tiempo en que no me dejó tocarla. Se guardaba
demasiadas cosas, la vida que llevaba la hacía guardarse demasiadas cosas. La
sabiduría me llegó demasiado tarde. Pese a lo mucho que tiene dentro, no
conseguirá sacar más que una pequeña parte. Es hija de su época, de la
depresión, la guerra y el miedo.»
Déjela. Aunque todo lo que hay en ella no vaya a florecer, ¿en cuantos llego a
hacerlo? Ya le da para vivir. Sólo queda ayudarla comprender, darle una razón
por la que entienda que es algo más que un vestido sobre una tabla,
desamparado, antes de qué lo planchen…»
(1961 – Dime una adivinanza)
Yo encontré en Isla Negra un día
un sol acostado en la arena,
un sol centrífugo y central
cubierto de dedos de oro
y ventosas como alfileres.
Recogí el sol enarenado
y levantándolo a la luz
lo comparé con el del cielo.
No se miraron ni se vieron.
(1991 – Maremoto)
¡Alto! casuales leopardos
de las orillas, asaltantes
curvos como alfanjes rosados
de la crudeza submarina,
mordiendo todos a la vez,
ondulando como la fiebre
hasta que caen en la red
y salen vestidos de azul
a la catástrofe escarlata.
(1991 – Maremoto)
Año tras año -día tras día- yo recogiendo pelos de gati tras inesperado rescate y adopción realizado por uno de mis hijos. Adopción de gatita que, tras nueve años de existencia -y largos años de distancia- siempre reconoce su nombre, si lo nombro, y su voz cuando una llamada es recibida. Y la limpieza incluye no sólo todo este antiguo hogar, sino especialmente la habitación de ese hijo, pues ahí él y ella crecieron. Por lo que verla ingresar a dormitar sobre esa conocida cama, a lamer su cuerpo, a saltar hacia el clóset y a raspar cada vestuario no es más que una eterna muestra de mutuo amor gatumano.
Árbol de fiesta, brazos anchos,
Cascada suelta, frescor vivo
A mi espalda despeñados:
¿quién os dijo de pararme
y silabear mi nombre?
Bajo un árbol yo tan sólo
lavaba mis pies de marchas
con mi sombra como ruta
y con el polvo como saya.
¡Qué hermoso que echas tus ramas
y que abajas tu cabeza,
sin entender que no tengo
diez años para aprenderme
tu verde cruz que es sin sangre
y el disco de tu peana!
Atísbame, pino-cedro,
con tus ojos verticales
y no muevas ni descuajes
los pies de tu terrón vivo:
que no pueden tus pies nuevos
con rasgones de los cactus
y encías de las risqueras.
Y hay como un desasosiego,
como un siseo que corre
desde el hervor del Zodíaco
a las hierbas erizadas.
Viva esta toda la noche
de negaciones y afirmaciones,
las del Ángel que te manda
y el mío que con él lucha.
Y un azoro de mujer
llora a su cedro de Líbano
caído y cubierto de noche,
que va a marchar desde el alba
sin saber ruta ni polvo
y sin volver a ver más
su ronda de dos mil pinos.
¡Ay, árbol mío, insensato
entregado a la ventisca
a canícula y a bestia
al azar de la borrasca,
Pino errante sobre la Tierra!
(Lagar: Locas Mujeres, 1954)
Hace mucho tiempo que yo vivo preguntándome
para qué la tierra es tan redonda y una sola no más…
Si vivimos todos separados
para qué son el cielo y el mar,
para qué es el sol que nos alumbra
si no nos queremos ni mirar…
Tantas penas que nos van llevando a todos al final…
Cuantas noches, cada noche, de ternura tendremos que dar…
Para qué vivir tan separados
si la tierra nos quiere juntar,
si este mundo es uno y para todos
todos juntos vamos a vivir….
Nunca fuimos
el pueblo señalado,
pero nos matan
en señal de la cruz.
WARANKA, MELI PATAKA, AILLA MARI EPU
Turpu ngünel
Trokiñchenofel iñchiñ
Welu langümngekeiñ
Küruz ñi duam meu.
(2001 – Walinto)