Muerte a lo lejos, de Jorge Guillén

Je soutenais l’éclat de la mort toute pure.

VALÉRY

Alguna vez me angustia una certeza,
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza.

La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol? No, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya lo descorteza.

…Y un día entre los días el más triste
werá. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatando el inminente.

Poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente.

(1928 – Cántico, Fe de vida)

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Piececitos, de Gabriela Mistral

Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!

¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!

El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;

que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.

Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.

Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!

(1941 – Infantiles, de Antología)

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Marcela Paz, la mujer creadora de Papelucho a 120 años de su natalicio

El 28 de febrero pasado se cumplieron 120 años del natalicio de Esther Huneeus, más conocida por su seudónimo Marcela Paz, creadora de una de las obras literarias infantiles fundamentales de la cultura chilena. Además, hubo otros libros con los que la autora fue condecorada y también destacó por su participación en grupos de mujeres fundadoras de importantes organizaciones que fomentaron la educación y lectura. (click 👇🏻)

(El Mostrador)

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Manitas, de Gabriela Mistral

Manitas de los niños,
manitas pedigueñas,
de los valles del mundo
sois dueñas.

Manitas de los niños
que al grano se tienden,
por vosotros las frutas
se encienden.

Y los panales llenos
de su carga se ofenden.
¡Y los hombres que pasan
no entienden!

Manitas blancas, hechas
corno de suave harina,
la espiga por tocaros
se inclina.

Manitas extendidas,
piñón, caracolitos,
bendito quien os colme,
¡bendito!

Benditos los que oyendo
que parecéis un grito,
os devuelven el mundo:
¡benditos!

(1941 – Infantiles, de Antología)

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Recuerdos de juventud, de Nicanor Parra

Lo cierto es que yo iba de un lado a otro,
a veces chocaba con los árboles,
chocaba con los mendigos,
me abría paso a través de un bosque de sillas y mesas,
con el alma en un hilo veía caer las grandes hojas.
Pero todo era inútil,
cada vez me hundía más y más en una especie de jalea;
la gente se reía de mis arrebatos,
los individuos se agitaban en sus butacas como algas movidas por las olas
y las mujeres me dirigían miradas de odio
haciéndome subir, haciéndome bajar,
haciéndome llorar y reír en contra de mi voluntad.

De todo esto resultó un sentimiento de asco,
resultó una tempestad de frases incoherentes,
amenazas, insultos, juramentos que no venían al caso,
resultaron unos movimientos agotadores de caderas,
aquellos bailes fúnebres
que me dejaban sin respiración
y que me impedían levantar cabeza durante días,
durante noches.

Yo iba de un lado a otro, es verdad,
mi alma flotaba en las calles
pidiendo socorro, pidiendo un poco de ternura;
con una hoja de papel y un lápiz yo entraba en los cementerios
dispuesto a no dejarme engañar.
Daba vueltas y vueltas en torno al mismo asunto,
observaba de cerca las cosas
o en un ataque de ira me arrancaba los cabellos.

De esa manera hice mi debut en las salas de clases,
como un herido a bala me arrastré por los ateneos,
crucé el umbral de las casas particulares,
con el filo de la lengua traté de comunicarme con los espectadores:
ellos leían el periódico
o desaparecían detrás de un taxi.

¡Adónde ir entonces!
A esas horas el comercio estaba cerrado;
yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena
y en el abismo que nos separa de los otros abismos.

(1954 – Poemas y antipoemas)

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Aquí estoy, planchando, de Tillie Olsen (fragmento)

«Nunca llegaré a una conclusión. Nunca llegaré a decir: «Era una niña que apenas
sonreía. Su padre me abandonó antes de que cumpliera un año. Tuve que
trabajar durante sus primeros seis años, cuando había trabajo, o llevarla a casa
de la familia de su padre. Odiaba ir a la guardería. Era morena y flaca y con pinta
de extranjera en un mundo en que toda la admiración era para las niñas rubias
con rizos y hoyuelos; era lenta cuando se premiaba la rapidez. Era hija de un
amor ansioso, no orgulloso. Éramos pobres y no podíamos ofrecerle una tierra
fértil donde crecer tranquila. Yo era una madre joven, una madre descentrada.
Había otros hijos creciendo, con sus demandas. Su hermana pequeña parecía
todo lo que ella no era. Hubo un tiempo en que no me dejó tocarla. Se guardaba
demasiadas cosas, la vida que llevaba la hacía guardarse demasiadas cosas. La
sabiduría me llegó demasiado tarde. Pese a lo mucho que tiene dentro, no
conseguirá sacar más que una pequeña parte. Es hija de su época, de la
depresión, la guerra y el miedo.»

Déjela. Aunque todo lo que hay en ella no vaya a florecer, ¿en cuantos llego a
hacerlo? Ya le da para vivir. Sólo queda ayudarla comprender, darle una razón
por la que entienda que es algo más que un vestido sobre una tabla,
desamparado, antes de qué lo planchen…»

(1961 – Dime una adivinanza)

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Sol de mar, de Pablo Neruda

Yo encontré en Isla Negra un día

un sol acostado en la arena,

un sol centrífugo y central

cubierto de dedos de oro

y ventosas como alfileres.

Recogí el sol enarenado

y levantándolo a la luz

lo comparé con el del cielo.

No se miraron ni se vieron.

(1991 – Maremoto)

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Langostino, de Pablo Neruda

¡Alto! casuales leopardos

de las orillas, asaltantes

curvos como alfanjes rosados

de la crudeza submarina,

mordiendo todos a la vez,

ondulando como la fiebre

hasta que caen en la red

y salen vestidos de azul

a la catástrofe escarlata.

(1991 – Maremoto)

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El fin de la memoria: gaternidad responsable

Año tras año -día tras día- yo recogiendo pelos de gati tras inesperado rescate y adopción realizado por uno de mis hijos. Adopción de gatita que, tras nueve años de existencia -y largos años de distancia- siempre reconoce su nombre, si lo nombro, y su voz cuando una llamada es recibida. Y la limpieza incluye no sólo todo este antiguo hogar, sino especialmente la habitación de ese hijo, pues ahí él y ella crecieron. Por lo que verla ingresar a dormitar sobre esa conocida cama, a lamer su cuerpo, a saltar hacia el clóset y a raspar cada vestuario no es más que una eterna muestra de mutuo amor gatumano.

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La fugitiva, de Gabriela Mistral

Árbol de fiesta, brazos anchos,

Cascada suelta, frescor vivo

A mi espalda despeñados:

¿quién os dijo de pararme

y silabear mi nombre?

Bajo un árbol yo tan sólo

lavaba mis pies de marchas

con mi sombra como ruta

y con el polvo como saya.

¡Qué hermoso que echas tus ramas

y que abajas tu cabeza,

sin entender que no tengo

diez años para aprenderme

tu verde cruz que es sin sangre

y el disco de tu peana!

Atísbame, pino-cedro,

con tus ojos verticales

y no muevas ni descuajes

los pies de tu terrón vivo:

que no pueden tus pies nuevos

con rasgones de los cactus

y encías de las risqueras.

Y hay como un desasosiego,

como un siseo que corre

desde el hervor del Zodíaco

a las hierbas erizadas.

Viva esta toda la noche

de negaciones y afirmaciones,

las del Ángel que te manda

y el mío que con él lucha.

Y un azoro de mujer

llora a su cedro de Líbano

caído y cubierto de noche,

que va a marchar desde el alba

sin saber ruta ni polvo

y sin volver a ver más

su ronda de dos mil pinos.

¡Ay, árbol mío, insensato

entregado a la ventisca

a canícula y a bestia

al azar de la borrasca,

Pino errante sobre la Tierra!

(Lagar: Locas Mujeres, 1954)

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🎶🎸Todos juntos, de Los Jaivas

Hace mucho tiempo que yo vivo preguntándome
para qué la tierra es tan redonda y una sola no más…

Si vivimos todos separados
para qué son el cielo y el mar,
para qué es el sol que nos alumbra
si no nos queremos ni mirar…

Tantas penas que nos van llevando a todos al final…
Cuantas noches, cada noche, de ternura tendremos que dar…

Para qué vivir tan separados
si la tierra nos quiere juntar,
si este mundo es uno y para todos
todos juntos vamos a vivir….

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Salmo 1492, de Graciela Huinao

Nunca fuimos

el pueblo señalado,

pero nos matan

en señal de la cruz.

WARANKA, MELI PATAKA, AILLA MARI EPU

Turpu ngünel
Trokiñchenofel iñchiñ
Welu langümngekeiñ
Küruz ñi duam meu.

(2001 – Walinto)

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En la casa de Zulema Huaiquipán, de Jaime Luis Huenún

Junto al río de estos cielos

verdinegro hacia la costa,

levantamos la casa de Zulema Huaiquipán.

Hace ya tantas muertes los cimientos,

hace ya tantos hijos para el polvo

colorado del camino.

Frente al llano y el lomaje del oeste,

levantamos la mirada de mañío

de Zulema Huaiquipán.

Embrujados en sus ojos ya sin luz

construimos las paredes de su sueño.

Cada tabla de pellín huele a la niebla

que levantan los campos de la noche.

Cada umbral que mira al río y los lancheros

guarda el vuelo de peces y de pájaros.

Bajo el ojo de agua en el declive

donde duermen animales de otro mundo

terminamos las ventanas.

Y en la arena hemos hincado nuestras sombras

como estacas que sostienen la techumbre

de la casa de Zulema Huaiquipán.

(2013 – Reducciones)

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Primera Lluvia de Abril…

Aquí estoy,

sentado en una esquina,

a media cuadra de la calle de tu recuerdo.

No quiero seguir los pasos

que me mueven al dintel de tu sonrisa.

Temo quedarme parado

entre tu puerta,

golpeando incansable

su madera muda.

Y que tú no abras

(2002 – Ricardo)

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Primera Lluvia de Abril…

Llegaré a ti bajo la lluvia,

con un soplo de brisa besaré tu cuello.

Mis manos pulsarán cuerdas en tu espalda

rasgando las notas del deseo.

Se regarán de pólvora tus piernas

a la intrusión del roce de mis dedos.

Exploraré la cima de tus montes,

enterraré mi antorcha entre tus fuegos.

Me marcharé de ti bajo otra lluvia

avizorando nubes de regreso.

(2002 – Ricardo)

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