«-¿Y la nave te llevó a casa?- le preguntó a Gillbret.
-No, no me llevó. Cuando ese meteoro rebotó en la cabina de control, no dejó el panel intacto. Habría sido asombroso que así fuera. Había perillas trituradas, la carcasa estaba mellada y abollada. Era imposible saber qué alteraciones había sufrido el ajuste de los controles, pero lo cierto es que no me llevó de vuelta a Rodia.
‘Con el tiempo inició la desaceleración, y supe que el viaje, teóricamente, había terminado. No sabía dónde estaba, pero me las ingenié para maniobrar la visiplaca hasta discernir que había un planeta a poca distancia, que mostraba un disco en el telescopio de la nave. Fue pura suerte, porque el disco aumentaba de tamaño. La nave se dirigía a ese planeta.»
(1951)