Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París – Marsella, de Carol Dunlop & Julio Cortázar (fragmento)

«La autopista soy yo, tú, nosotros, y cuando tu lengua busca la mía y se desenrolla, caracol en el caracol, tu lengua resbalando al infinito alargándose en el fondo de la boca, fragmento del tiempo fragmentado, larga cinta de asfalto caliente y también yo caracol; tu lengua se estira y yo soy un precipicio la trabo y siguiendo esa fiebre sin fin tu rostro entra en mí, tu pelo, tus ojos que pestañean de sorpresa, se creían afuera, hacen cosquillas al abrirse a la altura de un calor interno, tú deslizándote hasta los codos, yo tragando tus nalgas sin que cese el beso, el primero. Haciéndote lugar la oscuridad húmeda se entreabre y también tú a la altura del vientre mil caracoles danzando gravemente en espiral, yo la otra concha de caracol también.

Nos abrazamos siempre hasta perder el aliento, buscando el hálito más allá, tú sumergido sin desaparecer de allí donde estás, tus ojos en mí y de frente donde la mirada se ha vuelto reflejo de dos, de mil miradas, y me aspiras. Me sumerjo como una pescadora de perlas, lengua, arrastrando con ella esa sed que jamás podremos saciar, todo el cuerpo que se adelgaza para resbalar a lo más profundo, a lo más opaco, y difundirse en tu violenta suavidad. Buscamos todavía y todavía; cómo no caer más allá de su, tu, mi  lengua y del vértigo de los caminos que allí llevan, siempre los mismos y sin embargo hay vías lentas, caminos fulgurantes.»

Julio y yo

(de Donde la osita le habla al lobo y todo queda dicho para siempre – 1983)

 

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En Patagonia
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